Subzona 52: Cuando el Alto Valle dejo de ser
El docente e investigador Pablo Scatizza dio una charla con estudiantes de Comunicación Social e Historia de la Universidad Nacional del Comahue respecto a los hechos ocurridos durante la última dictadura cívico-militar con el foco puesto en el Alto Valle de Neuquén y Río Negro.
Zona 5, subzona 52 o 5.2. Así era como se denominaba a la provincia de Neuquén y parte de la provincia de Río Negro durante la última dictadura cívico-militar autodenominada “proceso de reorganización nacional”.
La última dictadura cívico-militar probablemente es recordada como la época más terrorífica y de mayor incertidumbre de todo el siglo XX en Argentina. Sin embargo, al momento de buscar información respecto a los hechos ocurridos en la dictadura, uno se encuentra casi únicamente con eventos que transcurrieron en los grandes centros urbanos del país: Buenos Aires, Rosario, Córdoba, La Plata, quizás extendiéndose a algunas localidades un poco menos pobladas del interior como Ledesma, provincia de Jujuy. La realidad es que para un porcentaje importante de la población del Alto Valle de Neuquén y Río Negro (como de otras provincias) la dictadura era solo cosa de los grandes centros urbanos y que a nivel local “no se sentía”.
Aún así, la separación en zonas y subzonas no fue cuando comenzó a operar el aparato represivo del estado. A partir de 1973 fuerzas para-estatales como la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A, comenzaron a perseguir, secuestrar y asesinar a personas sospechosas de pertenecer a organizaciones marxistas o de la izquierda peronista. Un año después, en 1974, tras la muerte de Juan Domingo Perón y durante el gobierno Isabel Martinez de Perón se declara el Estado de sitio en el decreto 1368/74. Un año después se sancionan los “decretos de aniquilamiento” lo que provocó que las fuerzas armadas y de seguridad se valieran de esos decretos para militarizar el país, comenzando así el período de mayor violencia política de la historia argentina. Según la lista elaborada por el el Grupo Farenheit hubo 336 personas detenidas desaparecidas en 1975 a diferencia de las 43 del año anterior (que eso ya no era poco).
Volviendo al Alto Valle, la Triple A, comenzó a operar en 1974 con atentados en ciudades con mucho movimiento político como Cinco Saltos, Cipolletti o Fiske Menuco. En 1974 “comienza a haber una serie de atentados contra sindicatos, sindicalistas y representantes políticos ligados a la Juventud Peronista o a la Tendencia Peronista, que era la rama izquierda del peronismo” mencionó Pablo Scatizza, docente, doctor en Historia y especialista en represión estatal en el Alto Valle durante la última dictadura militar. Los ya mencionados atentados se adjudicaron a “la derecha peronista” o “las hordas de Villar (subjefe de la Policía Federal) y Margaride (Superintendente de Seguridad Federal)”, en vez de a la Triple A como organización.
Scatizza también contó que un segundo momento del comienzo de la intervención militar en el Alto Valle es la llegada de Dionisio Remus Tetu a la Universidad Nacional del Comahue a principios de 1975. Remus Tetu fue un interventor perteneciente a la Triple A enviado por el ministerio de educación para depurar la universidad de tintes subversivos. Remus Tetu, fue, según varios testimonios, “el cerebro ejecutor” de la Triple A en el Alto Valle. Un par de semanas después de llegar, el interventor rumano dejó cesantes a más de 150 trabajadorxs docentes y no docentes de la universidad por no alinearse con el pensamiento político regente, además de expulsar estudiantes que militaban en organizaciones políticas. También, en una resolución Remus Tetu contrató a trece personas como “personal de seguridad y vigilancia que utilizaría como su patota” comentó Scatizza. Esta “patota” protagonizaría atentados como una balacera de la agencia regional del diario Río Negro y una bomba en la librería Libracos.
Con el comienzo de la dictadura y la separación en zonas y subzonas, el aparato represivo de la zona 5.2, que incluía toda la provincia de Neuquén y gran parte de Río Negro, comenzó a ser dirigido desde el Comando de Brigada de infantería de montaña n° VI, ubicado históricamente en la avenida argentina de Neuquén Capital. Con la llegada al poder de la junta militar y la centralización del aparato represivo, se comenzaron a usar varias comisarias como centros de detención clandestina y se fundó La Escuelita, el centro de detención clandestina más importante de la región y que articulaba con otros centros de detención ubicados en otras localidades de Neuquén y Río Negro. Scatizza mencionó que a partir del año ’76 se puso “la clandestinidad como eje y los centros clandestinos de detención junto con la desaparición de personas como sustancia”.
La razón por la que estos hechos pasaron por debajo del radar de gran parte de la población de el área conocida como la zona 52 y de muchos otros puntos del país externos a los grandes centros urbanos fue probablemente el silencio de los medios de comunicación. Tal como pasó a nivel nacional, los medios locales a partir de 1976 fueron intervenidos y comenzaron a publicar titulares que hablaban de “total normalidad”
El período de violencia política y represión estatal que fue la dictadura y sus años anteriores existieron tanto en el Alto Valle como en todo el interior del país. La dictadura dejó un saldo de 66 personas desaparecidas en el alto valle, además de estudiantes, docentes, periodistas, entre otrxs, que se vieron obligadxs a abandonar el país por temor a ser perseguidxs y asesinadxs. Totalmente opuesto a la “total normalidad” de la que hablaban los medios. La dictadura existió y se sintió en el Alto Valle.