Crónica de una pandemia anunciada
Yo creía ser un tipo solitario. Digo “creía” porque nunca había estado en cuarentena.

Me enteré de que iba a tener que resguardarme el 15 de Marzo de este mismo año, 2020, mientras viajaba a bordo del ramal directo del Ko-Ko, que va de la ciudad de Neuquén hacia General Roca. Iba decidido a comenzar el año lectivo, bastante emocionado, de hecho. Me habían dicho que era probable que las clases no empezaran, conocía la posibilidad, y aun así, mientras miraba por la ventana los álamos iluminados por la luna, la noticia me chocó.
Bajé del colectivo y caminé las ocho cuadras desde la garita sobre la calle 25 de Mayo hacia mi departamento en la Antártida Argentina. En ese trayecto recordé las epidemias de gripe porcina y de dengue. Creí que esta iba a ser algo similar, nada terrible, entre un par de semanas y un mes, nada más. “…a toda la Argentina […] A partir de la 00:00 horas de mañana deberán someterse al aislamiento social preventivo y obligatorio” declaraba el presidente de la nación Alberto Fernández la noche del 19 de Marzo. Esto fue una cosa sin precedentes.
El siguiente par de semanas fueron tranquilas en términos de contagios. El virus apenas tocaba las puertas del Alto Valle (con aproximadamente 30 confirmados) y en Argentina los casos no llegaban a los mil quinientos. De todos modos, me tomé el aislamiento bastante en serio. Alguna circunstancial salida a comprar lo esencial me hizo ver el panorama en la ciudad. Como era de esperarse, las calles estaban completamente desiertas. Más de una vez me encontré vagando por la plazoleta del “canalito” confundido por no saber a qué horas estaban abiertos los negocios. Cada tanto pasaba un patrullero solitario con un conductor de ojos acusadores como diciendo “no se supone que estés afuera pibe”, pero mi semblante de estudiante, clase media, de ciudad me salvó de una intervención más agresiva. Otros, como Facundo Castro, no corrieron la misma suerte que yo.
Las siguientes semanas la soledad del aislamiento me empezaron a afectar. Me empecé a dejar estar con las pocas cosas que nos enviaban de la facultad, acumulé platos sucios, comía siempre lo mismo, vivía de noche, dormía de día, y la virtualidad no alcanzaba para saciar mi necesidad de socializar. Por suerte o por privilegio, pude arreglármelas para volver a Neuquén, y mientras yo me acomodaba a la nueva normalidad, las cosas en el país iban de mal en peor.
Me mantuve en la casa de mi madre sin salir (excepto para ir a comprar comestibles) por bastante tiempo, diría un par de meses. Pero cuando empecé a salir para hacer trámites me encontré con un escenario que me dio un poco de miedo. La gente paseaba como si nada. Áreas como las plazas, la ciclovía, el Parque Central estaban más poblados que nunca. Mucha gente iba con el barbijo mal puesto, algunos incluso sin usarlo. Para ese entonces los casos subían en picado y el gobierno de la provincia hacía alarde del sistema de salud neuquino (el cual ahora, tres meses después, se está cayendo a pedazos), mientras continuaba quitando restricciones.
A pesar de todo, sobrevivía en la casa de mi madre. Empecé terapia, a hacer distintas actividades extracurriculares por vías virtuales, además de mantenerme al día como podía con la facultad. Aún así ya no podía estar sin ver gente. Junto con esa necesidad (por suerte para mí y por desgracia para la integridad del sistema de salud), el gobierno de la ciudad estableció los domingos como “día de actividades al aire libre”, con lo cual pude empezar a ver personas cada tanto, y saciar (por poco), la necesidad de interacción.
Hoy, 18 de Septiembre, estamos a casi seis meses de la declaración de la cuarentena a nivel nacional. El Alto Valle con todos sus sistemas de salud colapsados y un pronóstico poco favorable. En este momento solo queda apelar a la responsabilidad civil, a que las personas se adapten a una nueva normalidad en vez de querer volver a la antigua. “Recapitulen el comportamiento porque estamos transitando el COVID, conviviendo. No podemos volver a la fase 1 como en los primero días” declaró el gobernador de Neuquén Omar Gutierrez en respuesta al pico de contagios.
Particularmente, estoy cada día más acostumbrado. Volví a mi departamento acompañado de mi pareja, llevamos nuestras cosas al día y nos hacemos compañía. Sabemos que esto todavía no termina, y cuando termine, nada va a ser igual que antes. Por eso lo que nos queda es cuidarnos y decirle a quienes nos rodean que se cuiden también. Capaz suena a optimismo vacío, pero quizás se le puede sacar algo bueno a todo esto.